Luego de cargar en el barco su kit de viaje, conteniendo peine, bufanda, catalejo, agua colonia, dentífrico y cepillo de dientes, el abuelo convocó a los inscriptos para el viaje. En improvisada reunión sobre la cubierta distribuyó los salvavidas y una cartilla recién editada conteniendo principios básicos de ética náutica, reglamento de navegación, plano de los mares del sud, y una pequeña brújula colgando de una cadena, para usar como collar.
Concluido el reparto, el abuelo comunicó al grupo que regresaría en pocos minutos para proseguir la reunión, y se sumergió en la escotilla de proa donde estaba ubicado el frigobar de la nave. Cuando volvió sosteniendo un vaso de Old Smuggler con su garfio manual (una prótesis que quedó de aquellos tiempos en que le tocó representar al Capitán del mismo nombre), la cubierta estaba desierta.
-Eah, navegantes, os convoco a reunión para el rumbo decidir- casi gritó el abuelo.
-Ya lo hemos decidido -dijo una voz.
-Iremos a Banfield -dijo otra.
-Vamos a buscar a Ludmila -dijo otra.
-Y entretanto maneja vos, porque estoy ocupada en un experimento -dijo otra voz desde el chinchorro.
-Y yo tengo que atender mi trabajo con la Concejal.
-Y yo voy al DF a buscar mis muñecos y mi libro de mándalas que me olvidé. Discúlpame abuelo.
Visto que se encontraba en soledad, el abuelo levó el ancla, y apuró el trago.
domingo, 5 de diciembre de 2010
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